La iatrogenia es un estado, enfermedad o afección causado o provocado por los médicos, tratamientos médicos o por los medicamentos.
Cuando una persona toma un medicamento, y en este caso un psicofármaco, no debe ser consciente solamente de los efectos positivos que este provocará. Prestarle su debida atención a los posibles efectos secundarios es algo que el paciente tiene que tener muy en cuenta.
Por ejemplo, el Prozac (fluoxetina) es el nombre comercial del antidepresivo más usado en todo el mundo. Se calcula que desde su comercialización en 1986 ha sido prescrito a más de 54 millones de personas en todo el mundo. La fluoxetina se usa para tratar la depresión, el trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de la alimentación y ataques de pánico. Se usa también para aliviar cambios repentinos en el estado de animo, reducir la irritabilidad y la inflamación entre otras cosas. La fluoxetina pertenece a una clase de medicamentos llamados inhibidores selectivos de la reabsorción de la serotonina (SSRI). Actúa aumentando las concentraciones de serotonina, una sustancia natural del cerebro que ayuda a mantener el equilibrio mental.
Desde esta perspectiva se puede pensar que con esta sustancia se tiene la solución a muchos de los problemas que padecen las personas. El psicofármaco será un remedio siempre y cuando se administre con responsabilidad y teniendo muy en cuenta sus consecuencias no deseadas o efectos colaterales. Cada persona es distinta y por lo tanto, las sustancias actuarán en ellos de manera diferente. El prozac es un fármaco muy exitoso, pero no por ello deja de entrañar posibles peligros o resultados para nada deseados. La fluoxetina provoca disfunción sexual, la persona que toma este medicamento notará mejoría en determinados ámbitos pero añadirá otro tipo de problemas que en anterioridad a la toma de la sustancia no se tenían. La claridad de los pensamientos también se verá afectada, y según estudios demostrados, la ingesta de este psicofármaco, además del resto de antidepresivos, puede provocar tendencias suicidas en el sujeto. Los niños, adolescentes y adultos que toman antidepresivos pueden ser más propensos a desarrollar tendencias suicidas que aquellos que no toman antidepresivos para tratar dichos trastornos.
Se podrán ver aliviados los síntomas tras un tiempo de ingesta del medicamento, pero es posible (en alguna ocasión) que otras facultades antes intactas comiencen ahora a fallar.
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